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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lógicas preocupaciones del pueblo


Por Aimée Cabrera.

De nada valen quejas, críticas y la difusión periodística de todo lo que incide de manera negativa en las vidas de cualquier cubano medio. El transporte, la comida, la vivienda siguen siendo aspectos problemáticos para los que parece nunca habrán soluciones favorables.
Estos y muchos otros temas de gran interés para la economía y la sociedad fueron discutidos en diferentes jornadas en la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde sus diputados analizaron el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido.
Resúmenes de estas secciones, así como la clausura hecha por el presidente Raúl Castro fueron televisados en horarios de gran teleaudiencia. Por tal motivo, muchos cubanos y cubanas han estado al tanto de estos planteamientos y comentan sus opiniones a nivel de familia, vecinos o colegas de sus centros laborales o escuelas.
Los cubanos han sufrido por más de cinco décadas las consecuencias del centralismo, el paternalismo, el oportunismo y el burocratismo entre otras lacras del cacareado modelo socialista, que muy pocas veces ha demostrado ser útil a la población.
Ahora solo queda esperar a ver si todo lo analizado será creíblemente puesto en la práctica, o si por el contrario, irán las cosas de mal en peor. Algunos hablan a nivel de familia con los vecinos o en el centro laboral o escuela, mientras otros prefieren callarse.
Dayamí trabaja hace 11 años, tiene 2 niñas que estudian en el nivel primario. En estos momentos está separada de su esposo que no es el padre de sus hijas. Ella mira su reloj pulsera con impaciencia, pues no sabe si llegará a tiempo a su centro laboral.
Otras mujeres y hombres lucen estresados como ella en esa parada de la Calle 23. Mientras ocurre el impasse en que no pasa ningún vehículo que los transporte, conversan sus inquietudes más preocupantes.
Todos están de acuerdo en que si se quita la libreta se agudizará más la crisis diaria que sufren por igual. Se recuerdan alimentos que han sido liberados como la papa, los cuales se acaban antes de concluir la sesión de la mañana, por lo que los trabajadores que llegan a sus casas por la tarde no tienen derecho a comprar este tubérculo, u otros artículos de gran demanda que son acaparados por quienes se dedican a revender mercancías o poseen negocios propios como es en el caso de las paladares.
La situación de la comida es crítica para cualquier cubano. Los precios de los alimentos son caros en exceso y aún quienes reciben salarios altos – que son minorías – no pueden adquirir los mismos de manera balanceada.
Las proteicas animales, los vegetales y las frutas son muy caros. Las personas que quieren incluirlos en su dieta para mejorar su calidad de vida desisten y tienen que recurrir a los alimentos que solo aportan energía.
Finalmente arriba un ómnibus articulado que saca de la conversación al grupo de habaneros. El chofer sigiloso parece burlarse de quienes corren para un lado u oto sin lograr tomarlo, éste acelera y deja a todos en la parada. Los golpes y gritos de quienes no se pudieron bajar testimonian que estos trabajadores del transporte hacen su voluntad y no son jamás chequeados en sus trayectos.
Los dirigentes que participaron en los distintos debates de La Asamblea se pronunciaron a favor del socialismo como única vía para poder vivir en la Isla, sin embargo, los comentarios del pueblo apuntan hacia una progresiva propiedad privada como solución a la eficiencia en cualquier labor realizada.
“Si la guagua fuera de él fuera distinto. Estuviera limpia, paraba en todas las paradas, pasaba a su hora…”- dice uno de los hombres que lleva más de media hora esperando el P-1, único carro que desde el Vedado atraviesa la Calle Tercera en Miramar.
Otros como Marlin y Dianco, a quienes no les preocupa trabajar o superarse, se deciden por la vía de emigrar en cuanto puedan. “Esto no hay quien lo resista, a mi no me va a pasar como a mis abuelos y a mis padres, la vida es una sola -admite Dianco quien ya tiene novia por Internet.
Estos cubanos de una parada o de un barrio cualquiera desearían tan solo que el Estado fuera capaz de garantizar su bienestar, que el salario les alcanzara, que pudieran hacer planes a corto y largo plazo, poder viajar, poder aspirar a tener una casa a la medida de sus gustos, un carro aunque no sea del año, lo mínimo a que puede aspirar cualquier persona en el Primero o en el Tercer Mundo, a través de su esfuerzo y trabajo honesto.
Entonces otros semblantes tendrían quienes esperan las guaguas en las paradas, entonces otros comentarios opinarían los cubanos y cubanas de estos tiempos. Pocos serían tan radicales como para emigrar, y no parecerían sueños inalcanzables todas sus ilusiones por mejorar.

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