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domingo, 18 de marzo de 2012

Con Herodes o con los Pastores



Por: Lcdo. Sergio Ramos

La decepción y la desesperación movieron a un grupo de opositores a ocupar varias iglesias en Cuba. Al sentimiento de vivir constantemente acorralados por el mero hecho de pensar distinto al dogma oficialista, se suma el silencio eclesiástico ante el reclamo de la oposición para que su Santidad Benedicto XVI los reciba durante su visita a Cuba y escuche sus justos planteamientos de justicia y libertad.

Varios grupos de opositores fueron sacados por la fuerza de distintas Iglesias en Cuba por los agentes de la represiva Seguridad del Estado de Cuba. Inclusive en Holguín el propio Obispo Emilio Aranguren dió un manotazo a un opositor que por su celular informaba el acontecimiento a algún medio informativo.

Lo deprorable de estos forzados desalojos policiacos, es que se realizaron con la anuencia y el visto bueno del Cardenal Jaime Ortega y Alamino. Nada de extrañar. La postura que desde hace tiempo viene asumiendo Su Eminencia se acerca más al colaboracionismo con la dictadura, que de crítica a los desmanes del régimen y la defensa de los derechos del pueblo. Inclusive, la liberación de los presos políticos donde Su Eminencia intervino, estuvo enmarcada dentro del ámbito de la política represiva del estado totalitario de aplicar el ostracismo a aquellos quienes consideran como una amenaza o estorbo político.

El mal sabor dejado por estos reprobables actos nos indica que el propósito de la jerarquía eclesiástica es la de ganar espacios para sí, a cambio de cooperaciones y alianzas taimadas con la dictadura. No es la primera vez que jerarcas de la Iglesia se adhieren a los opresores. Cuando Mussolini hubo jerarcas del clero que extendieron sus brazos dando loas al dictador.

Y es que en la Iglesia Católica están los que tienen un compromiso con los pobres como la Madre Teresa de Calcuta o Juan XXIII, o los que se alían a los oprimidos en su reclamo de libertad como Juan Pablo II o Monseñor Eduardo Boza Masvidal; y están los que se interesan más por el privilegio y el poder del estado que representan como el Papa Julio II o el cardenal Richelieu.

Cuba no es la excepción. Están los clérigos que se suman al pueblo en su reclamo de libertad y justicia como el padre Conrado y los que se pliegan al dictador como Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Al primero se le penaliza sacándolo de la parroquia de Santa Teresita de Santiago de Cuba y se le envía al pueblo de La Maya, mientras que el segundo goza del favor del Cardenal en la capital de la república.

Y es que preocupa que la coordinación de la visita papal este viciada por la influencia de los que solo piensan en base a intereses eclesiástico-institucionales en perjuicio y discrimen de los que se fundan y actúan en base a principios de justicia y libertad. O sea, que los que se pliegan al poder y la riqueza, desplacen a los que se alían a los pobres y oprimidos.

Esta dicotomía recuerda un poco a la que existió en los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo entre los que se sumaron al despiadado Herodes y a los Sacerdotes del Sanedrín, aliados del opresivo poder de Roma, y los que se unieron a los pobres pastores y publicanos. Hoy ese Herodes cubano, que como el otro, asesinó niños, recibe la bendición cardenalicia, mientras que los pobres que reclaman su derecho a la libertad y el respeto de sus derechos humanos, reciben los criollizados legionarios de la Seguridad del Estado, para sacarlos a patadas del Templo. Pero que yo recuerde y leo en los Evangelios, que a los que sacó Jesucristo del Templo fueron a los mercaderes y fariseos, no a los pobres y oprimidos que estaban allí para rogar la misericordia del Creador.

Nuestro Señor en su Evangelio nos dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos” (San Mateo 5:6). Sin embargo, ahora Su Eminencia recibe a los mercaderes y fariseos opresores de la patria en su Iglesia y expulsa a los pobres y oprimidos de nuestro pueblo.

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