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jueves, 1 de noviembre de 2012

Los inútiles esencialmente útiles

Por Francisco Sau Boíx.

Mientras la oposición dentro de Cuba se enfrenta al monstruoso régimen de la dinastía Castro, venciendo todos los miedos para evitar les sea paralizada la capacidad de la creatividad, otros cubanos, desde una posición más cómoda y segura (fuera de Cuba), le hacen el trabajo a la seguridad del estado de Cuba de gratis, sin percibir remuneración económica por ello, desanimando a los opositores, y distrayendo su atención hacia otras cuestiones que no favorecen para nada esa creatividad tan necesaria cuando los recursos son escasos, y el enemigo tan poderoso.

Estos cubanos fuera de Cuba (unos pocos por suerte), se han convertido en los inútiles esencialmente útiles para la represiva policía política, la seguridad del estado de Cuba.

A continuación, el escrito que realizó el periodista independiente y activista de los derechos humanos, José Alberto Álvarez Bravo, sobre la discrepancia de los inútiles esencialmente útiles, en relación a cómo se debería llamar el cocido que prepararon en su casa, si ajiaco o caldosa. Cuando en el tiempo que realizó el escrito, podría haber estado este activista pensando en alguna otra actividad, entrevistando, investigando, en cualquier otra cosa más útil, que en contestarle a los inútiles esencialmente útiles.


Por José Alberto Álvarez Bravo.

José A Sieres financió, elaboró y distribuyó en su área de residencia –La Corea- una caldosa (o ajiaco) que terminó con arrestos y golpizas por parte de la policía política.

En parte, con esta idea sedimentada en el subconsciente, más las características propias de nuestro domicilio, decidimos confeccionar un ajiaco (o caldosa) para facilitar las relaciones entre miembros de la sociedad civil y mitigar la canina que padecen muchos de los disidentes sin nombradía que a diario nos visitan.

Fiel a mi costumbre de escuchar los diversos puntos de vista de las personas que más aprecio, di a conocer la idea a mis mejores amigos del exilio cubano; con los objetivos de la confección del condumio no encontramos ninguna objeción, pero sí con el nombre del nutritivo y cubanísimo alimento. Un fuerte clamor desaprobatorio originó el uso de un término al que se le atribuye la condición de representante del régimen narcoterrorista de los Castro: caldosa.

Si la lucha que mantenemos al interior de Cuba fuera armada, nosotros debiéramos portar, por ejemplo, M-16 ó AR-15, y los rojos, AK-47; pero si uno de nuestros combatientes no tuviera el tipo de fusil que le correspondería, y lo que tiene a mano es un AK-47, con ese mismo tendría que dispararle al enemigo; vale decir, el tipo de arma no es lo esencial, sino el uso que se le de.

Cuando yo podía escuchar Radio Martí me gustaba oír a un señor nombrado Celedonio González, quien empezaba su Entre teque y teque con la satanizada palabra compañero; su argumento era que esa palabra no es propiedad de los comunistas, y no había razón de peso para despreciarla.

El término ajiaco debe despertar nostálgicas remembranzas en mis hermanos exiliados de mi generación, pero nada les dice a las actuales generaciones de cubanos de la isla. Coincido por completo con las razones expuestas por mi querido hermano Aldo; esas razones son muy válidas para él, para mí y para otros muchos hermanos exiliados, pero hay que preguntarse cómo funciona para quienes oyen esa palabra sin asociarla con algo familiar, con algo de su entorno inmediato.
A pesar de haberle dicho caldosa, no por eso nos libramos de ocho secuestros por parte de los esbirros de la seguridad del estado; para ellos no era un problema de palabras, su queja fue –según Tamayo- por la cantidad de disidentes que se juntó en mi casa y por el rumor de que haríamos una marcha por el malecón portando retratos de cubanos desaparecidos. Los calabozos del régimen nada entienden de preciosismos semánticos.

Creo, sinceramente, que hay bastante sorna en el uso, por nuestra parte, de la misma palabra que el régimen ha permitido popularizarse.

Cutara o chancleta, pila o pluma, balde o cubo, lo importante es no tener los pies en el piso, disponer de servicio de agua corriente y guardar una porción del preciado líquido para los momentos de apuro.

La caldosa es un mísero remedo, una burda parodia del ajiaco criollo, pero, en buena lid, es a lo que más podemos aspirar; me cuenta mi mujer que el ajiaco lleva costillas de res y falda real, ingredientes que la mayor parte de la población de Cuba ni siquiera sabe que existen, y por consiguiente imposibles de conseguir aunque despliegues todo el ESFUERZO, VOLUNTAD Y DESEOS DE MORTIFICAR A LOS INVENTORES DE LA CALDOSA, como dice mi querido Dionisio (a quien vemos casi a diario a través de los CDs A la intemperie).

Me encanta la propuesta de mi querido hermano Aldo: AJIACO CRIOLLO de confraternidad. Volvemos al punto; me encanta a mí, me parece lo más atinado y conveniente a nuestra lucha, para mí es indiscutible que ese debe ser el calificativo, pero (nunca falta un pero) ¿y los demás?

El otro punto es el financiero. La mayoría de la disidencia –salvo las vacas sagradas- vivimos en la fuácata. Hay días que al fondo para la ajiacosa no le entra ni un centavo, otros días cinco pesitos (una mazorca de maíz puede costar tres, y otros tres una cabeza de ajo, cinco una libra de malanga) y sería una falta de respeto al ajiaco mencionar con ese nombre lo que logramos preparar; más bien debiera llamarse boniatosa.

Vivir con los pies asentados en nuestra verdadera realidad nos dificulta, ahora mismo, usar este apelativo, pero creo que no debemos enzarzarnos en una borrascosa polémica de galgos y podencos por el nombre de un alimento que agrupa a quienes desafiamos, en las entrañas del monstruo, la furia de los placatanes, poniéndoles los pelos de punta a los ancianos de la dinastía biraní.

No obstante estos transitorios inconvenientes, pronto compartiremos en Cuba Libre un sabroso AJIACO CRIOLLO de confraternidad, para dejar atrás, de una vez y para siempre, la larga noche de la pesadilla totalitaria.

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