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jueves, 16 de julio de 2009

Enmascarados

Jose Alberto Alvarez Bravo.

Desde hace algún tiempo, la disidencia cubana no está siendo sometida, salvo casos puntuales, a los ataques frontales de las turbas gubernamentales. Los métodos represivos han ganado en sutileza. Detenciones breves, citaciones a los cuarteles de la policía política y acosos de baja intensidad, son la tónica del momento. Como si el régimen quisiera dar la imagen de cierta distensión. O potenciar la represión con guantes blancos, sin enseñar la fea cara de la brutalidad policial.

Otra variante del acoso a las ideas discrepantes es el ataque personal, vía Internet, a quienes censuramos abiertamente la actuación de los gobernantes. Estos ataques tienen una peculiaridad: los agresores se enmascaran tras seudónimos, mientras nosotros aportamos todos los datos de identidad y localización.

Recurriendo a un símil, pudiéramos pensar en un cobarde armado que huye ante un valiente desarmado. Peor aun, el cobarde portando un arma de fuego, pero carente de fuerza moral; el valiente, armado solamente con sus inquebrantables razones.

En apenas tres meses, y sobre todo en los últimos días, he sido atacado por tres de estos enmascarados. Contar esto es mucho más fácil que creerlo. Quienes, por vivir en una sociedad normal, no hayan experimentado directamente estas absurdidades, no obtendrían otro resultado que el fracaso si se propusieran entender esta arista de la realidad cubana.

Todo un ejército se ocupa en conocer y controlar a todos y cada uno de los miembros de la sociedad civil. Cabe preguntarse qué sucedería si todas esas personas se dedicaran a realizar trabajos directamente productivos. Se podrían hacer realidad las palabras de Fidel Castro en su alegato de autodefensa conocido como La Historia me Absolverá; no existe ninguna
razón para que haya hambre en Cuba.

Pero no, lo verdaderamente importante para el estamento gobernante es perpetuarse en el poder, a como de lugar. Persiguiendo. Difamando. Reprimiendo.

Sólo un sistema que sabe la proximidad de su hora final es capaz de renunciar a un mínimo de ética en el enfrentamiento con sus críticos. Tal vez, esto pueda explicar la cobarde actuación de estos enmascarados.

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