Jose Alberto Alvarez Bravo.
Hace una semana, el colega y amigo Osmar Laffita, me distinguió con un precioso regalo: un ejemplar de La Primavera de Cuba.
Aproveché el tiempo de espera para acceder a nuestra hora y media semanal a Internet leyendo los editoriales. Me afilé los dientes ante la visualización periférica de un artículo de otro colega y amigo, Jorge Olivera. Cuando me disponía a devorarlo, una mano ansiosa me arrebató el inapreciable ejemplar. ¿A qué cuerpo pertenecía la mano? Al de un culto matancero: Hugo Araña.
Olvidé momentáneamente el inapelable "préstamo", y cuando volví a recordarlo, ya Hugo andaría al menos por Santa Cruz del Norte.
Hoy lo vi, y lo que me contó me hizo alegrarme de que me haya "hecho maraña" con el periódico.
-Yo atiendo siete bibliotecas, dislocadas entre Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara y Santi Spíritus. Después que lo leí, lo envié a las bibliotecas, con la condición de que nadie se puede quedar con él. Ya en Santi Spiritus lo están esperando para leerlo.
Después de haberme enterado del destino de mi involuntaria donación, ahora me alegro de que Hugo Araña me haya hecho objeto de su maraña. Lamento no haber tenido varios ejemplares para enviárselos, por su conducto, a nuestros hermanos del "interior".
Moraleja: a los cubanos que viven en tierras de libertad, hagan lo posible –y hasta lo imposible- por hacernos llegar periódicos, revistas, libros, pues la avidez por conocer lo que el régimen nos oculta, es patética.
De esa manera, todos podremos leer más, y Hugo Araña no tendrá necesidad de volver a hacerme maraña.
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