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domingo, 5 de julio de 2009

Un segundo traicionado por el subconsciente

Revisando la prensa, como siempre desde hace muchos años, aunque cada vez lo hago más en la digital y menos en la tradicional, en la de siempre, en la de papel, en esa que no solo nos transmite la información actualizada, sino que nos transmite su aroma perfumado característico de ese olor a tinta, alcohol, y que cuando lo inhalamos le avisa a nuestro subconsciente que estamos a punto de recibir diversas emociones según la noticia que leamos.

Comienzo a hojear las páginas, embriagado con cada andanada que percibe mi sentido del olfato, relajado, y a la vez atento. De repente, encuentro una noticia que paraliza todo mi cuerpo, mi cerebro se acelera a tal punto, que es imposible que pueda dirigir u organizar alguna otra función de mi organismo, está utilizando toda su capacidad revisando en mi memoria todos los datos almacenados durante décadas, mis músculos se tensan con tal intensidad que no puedo emitir un solo gesto o movimiento, se detiene mi respiración, conteniendo el aire en mis pulmones después de haberlo inhalado con fuerza como si fuese a realizar una prolongada inmersión de buceo a pulmón.

Ahí está, ante mí, la noticia que ha hecho que pasen cientos de imágenes por mi mente, mi familia, los que ya no están, recuerdos agradables, las calles de mi Habana, los presos políticos, balseros desaparecidos.

Mi corazón se agita, se esfuerza en extremo para reponer el oxígeno que gasta en exceso el cerebro con la intensa actividad desatada, me sudan las manos, la tensión es tal, que el organismo sufre un desgaste tan intenso que no puede prolongarse en el tiempo.

Respiro tratando de recuperar la movilidad, cambio de posición intentando relajar mis músculos, y entonces me sereno, repaso la noticia, y llega la decepción.

Ha transcurrido un segundo, tal vez dos, tres, en que fui traicionado por el subconsciente.

El último apellido no lo había leído, había visto lo que quería ver.



 

Autor: Mambí – Francisco Sau Boíx


 

 

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