Por Gustavo Palencia
TEGUCIGALPA (Reuters) - Honduras cayó otra vez en una profunda crisis por el sorpresivo regreso del presidente Manuel Zelaya a la nación centroamericana, que volvió a agitar el fantasma de violentas protestas callejeras y una pelea diplomática con Brasil.
Zelaya ingresó el lunes en secreto al país y se refugió en la embajada de Brasil para evitar que lo arrestaran, casi tres meses después de ser derrocado en un golpe de Estado.
Varios miles de simpatizantes del presidente izquierdista se congregaron frente a la embajada para manifestar su apoyo a Zelaya, pero el Gobierno de facto que rige en Honduras desde fines de junio anunció un toque de queda hasta la noche del martes para desalentar las protestas.
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, alertó sobre las pasiones inflamadas en Honduras, un aliado de Washington en los conflictos en Centroamérica durante la Guerra Fria.
"Ambas partes tienen simpatizantes que necesitan ser contenidos y cuidadosos en sus acciones en los próximos días", dijo Clinton el lunes en Nueva York tras conversaciones con el presidente costarricense Oscar Arias, cuya mediación en Honduras hasta ahora ha fracasado.
"Tiene que haber en las próximas horas algún esfuerzo para unir a las partes para que resuelvan esto entre ellos", explicó Clinton.
Zelaya fue expulsado del país el 28 de junio por soldados a punta de pistola hacia Costa Rica cuando pretendía realizar una consulta popular que abriera el camino a la reelección presidencial, algo considerado por sus críticos una muestra de la influencia en Honduras del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Zelaya llamó en horas de la noche del lunes a la población a desafiar el toque de queda y marchar hacia Tegucigalpa.
"Yo llamo a todos los pobladores que se vengan para Tegucigalpa porque estamos en la ofensiva final para la restitución de la presidencia", afirmó a una radio local desde la embajada brasileña.
El derrocamiento de Zelaya hundió a Honduras en su peor crisis política en décadas, y fue condenado por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la Unión Europea, y los gobiernos de Latinoamérica.
Pero el Gobierno de facto elegido por el Congreso el día del golpe ha rehusado la posibilidad de que Zelaya regresara al país, a menos que fuera arrestado para enfrentar cargos por corrupción y tratar de cambiar la constitución.
"Insisto en que los tribunales están esperando por lo que puede presentarse por si mismo allí y pagar por los delitos que cometió", dijo el lunes por la noche el presidente de facto hondureño, Roberto Micheletti.
Micheletti aseguró que no renovará las conversaciones presididas por Arias que apuntaban a permitir el regreso de Zelaya al poder, y dejó en claro que el presidente costarricense ya "no tiene que hacer absolutamente nada en este conflicto".
Además del toque de queda hasta la noche del martes, el gobierno de Micheletti advirtió de que Brazil sería "directamente responsable por los actos violentos que pudieran tener lugar dentro o fuera" de la embajada.
No había señales de que las fuerzas de seguridad hondureñas buscaran ingresar por la fuerza a la embajada, pero el canciller brasileño, Celso Amorim, declaró a periodistas que "cualquier amenaza a la embajada brasileña sería una violación a la ley internacional.
(Reporte adicional de Arshad Mohammed en Nueva York, escrito por Alistair Bell; editado en español por Hernán García)
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