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martes, 15 de septiembre de 2009

Hijo ilustre

Jose Alberto Alvarez Bravo.

En mi artículo Ciega y sorda, -que acabo de redactar- confieso mi reciente (y creciente) interés en la página de opinión de Juventud Rebelde. Admito que puede ser otro de mis grandes desaciertos, pero la realidad es que el resto del diario ni lo miro.

Contrario a esta irreverente conducta, hoy aminoré el tedio del largo viaje en el transporte público, (P 14, Marianao-Habana) leyendo el mismo ejemplar en que aparece el artículo Perverso naranja, ya citado en mi otro trabajo. Con este propósito, me apoyé en la entrevista de Luis López Viera a Ronaldo Veitía, entrenador de la selección femenina cubana de judo.

El tema me era indiferente, pero no tenía nada mejor a mano, por lo que toda una plana de intrascendencias me alivió "mi problema".

Gracias a su probada fidelidad a nuestros gerontócratas, este personaje –que cree en la predestinación- pertenece a la élite de los que pueden evadir el desastroso transporte público para trasladar su voluminosa humanidad.

Este escritor en ciernes admite apuntar sus reflexiones -¡él también!-, que aspira a llevar ante el gran público "algún día".

En una de sus enjundiosas reflexiones confiesa: "he podido tocar mis sueños y debo cuidarlos, porque mucha gente los quiere volver pesadillas".

No me imagino la opinión de los especialistas en la materia, pero me inclino a pensar que esta "reflexión" rezuma paranoia. ¿Tocar sus sueños será pertenecer a la estirpe de los cancerberos del régimen? ¿De quien(es) tiene que cuidarlos; de los muchos a quienes debe haberles frustrado sus intentos de fuga? ¿Por qué "mucha gente" quisiera "volver pesadillas" sus plácidos sueños?

Como son incontestables mis interrogantes, me limitaré a abordar su condición de "hijo ilustre del Cotorro y también de Ciudad de La habana".

Por lo común, partimos de que toda distinción o reconocimiento debe ser otorgada por algún tipo de jurado, en eventos concebidos ad hoc. Tal vez por mi aislamiento voluntario, el caso es que no tengo conocimiento de cuándo, dónde, ni quién otorga tan elevado galardón: hijo ilustre.

Se supone que para darle credibilidad al tal certamen, debe existir una convocatoria previa, para garantizar el acceso a todo el que desee proponer al candidato de su preferencia. Luego del veredicto de un tribunal imparcial, se daría a conocer de manera transparente la persona merecedora, conforme a una serie de parámetros preestablecidos y públicos.

Por más méritos que pudiera tener el señor Veitía, no podría ser mi candidato, sencillamente porque no tengo "el gusto" de conocerlo.

Como Hijo Ilustre del Cotorro, mi candidato sería Miguel Iturria Savón, un hombre culto, valiente, modelo de ciudadano, compañero y amigo.

Admito mi invalidez para integrar el Tribunal de Adjudicación, pues no podría garantizar mi imparcialidad. Difícilmente le otorgara reconocimiento alguno al Señor Ronaldo Veitía, aunque tampoco sería nunca una amenaza a sus dorados sueños.

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