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martes, 17 de mayo de 2011

Cuba: Las ruinas del sindicato telefónico, el club de la playa Guanabo



Por Jaime Leygonier, Hablemos Press.
Foto: Comparativa de dos épocas. 

ADF - Antes de Fidel.

DDF - Después de Fidel.
En los años 40, Cuba poseía un pujante movimiento sindical que logró de patronos y gobiernos contratos muy favorables y leyes de protección para el obrero. Pero cuando Fidel Castro "conquistó el poder para el pueblo trabajador", centralizó y destruyó el sindicalismo.
Los años 90 marcaron la destrucción total de la legislación que aún protegía a los trabajadores, para alentar las inversiones de capitalistas extranjeros en un "paraíso" de trabajadores sin derechos, cuya mano de obra les alquila el Estado, quien cobra por ellos buenos dólares y les paga con migajas de papel pintado.
Uno de los sindicatos más poderosos fue el de la Compañía Cubana de Teléfonos, perteneciente al monopolio I. T. T. Co. (Internacional Telefonic and Telegraf Company) en tiempos de la República y bajo la dictadura de Batista (1952-1958), quien comenzó a centralizar y dominar el sindicalismo y a quien sustituyó Castro para completar absolutamente la destrucción sindical.
En los años 40 obtuvo ventajosos contratos de trabajo para los telefónicos, con altos salarios, la abolición de la prohibición de casarse las operadoras e inteligentemente, la directiva de la Compañía no fue remisa a crear para sus empleados las mejores condiciones de trabajo.
En los años 50, los telefónicos eran obreros satisfechos con gran sentimiento de pertenencia a su grupo, y "el hogar" de esa "familia telefónica" era el Club de la playa de Guanabo (pueblo de veraneo a unos 32 kilómetros al este de La Habana).
El club era una construcción de dos plantas en forma de letra "C" sobre la playa de arena natural, a unos 100 metros del mar, estructura recia con más ventanales y persianas que paredes, restaurant, taquillas o vestidores para hombres, para mujeres, bar, enfermería, parque infantil, gimnasio y cuartos pequeños con literas para cuatro personas donde alquilaba toda una familia por $3 pesos cubanos la noche, y era rentable.
En verano, los sábados y domingos, el sindicato proporcionaba un servicio de ómnibus desde su sede en la calle Águila, aunque muchos trabajadores poseían automóviles.
En el club se conocieron en 1949 mis padres: Jaime Emilio Leygonier, operario A de la planta de Águila, del sistema "paso a paso", y Dulce María Fernández, operadora, luego supervisora; se casaron en 1951, y allí, en el mar, antes de tener uso de razón aprendí a nadar colgado de sus brazos y yendo de una al otro.
Mis padres, con buenos salarios, jamás viajaron al acostumbrado fin de semana en Miami, ni por la Isla, porque Guanabo y su Club Telefónico a par de horas del hogar eran su paraíso en todas las vacaciones, al extremo de que mi padre cuando falleció el 2 de noviembre del 2010 me dejó como su última voluntad que cremara su cuerpo y esparciera allí sus cenizas.


Al tomar Fidel Castro el poder "provisionalmente" en 1959, fomentó en nombre del llamado a "la unidad", la división del pueblo, y por supuesto, del movimiento sindical, atizando envidias y odios "de clase" y aupando al poder a arribistas comunistas (que habían aportado desde los años 40 combativos líderes sindicales pero bajo la zarpa de Castro perdieron todo mérito cuando recibieron cargos).
La directiva telefónica no era comunista, su sindicato fue acusado de "sectario", y los telefónicos de "privilegiados”, "aristocracia obrera" de espaldas a la unidad del movimiento sindical.
Cuando Castro lanzó a principios de los 60 su consigna demagógica de "entregar las playas al pueblo y acabar con los privilegios de la burguesía", confiscando los clubes privados concentrados casi todos en las playas artificiales de Marianao en La Habana, el secretario del sindicato telefónico trató de adelantarse y de librar a su sindicato de acusaciones.
Y convenció a los telefónicos para que, antes de que se lo confiscaran, "donaran voluntariamente" al Gobierno su club de Guanabo.
Algunos sindicatos conservaron sus clubes y Castro no se los confiscó, otros, como "bancarios" y "contadores", los perdieron, y hoy son hoteles para extranjeros.
Por otra parte el estado jamás supo dar un buen uso social al edificio del Club telefónico que abandonó al deterioro hasta convertirlo desde hace décadas en una ruina.
Queda en pie (y tal vez reparable) la firme estructura (casi a prueba de mar y de Castros). Las persianas, vidrieras, puertas, marcos, baldosas y ladrillos, fueron robados poco a poco, muchos espacios de vidrieras y ventanas los tapiaron con bloques y se los roban ahora.
Aclaro que en todo país hay calles comerciales, barrios y edificios sociales que se arruinan, pero por surgimiento de nuevas edificaciones y urbanizaciones hacia las que se desplaza el público, y ese no es el caso de Cuba, arruinada por abolir leyes económicas indispensables para conservar la civilización en el nivel que tenía al triunfo de Castro.
Es general el grave deterioro de todos los edificios de clubes sociales confiscados en los ’60, y los pocos balnearios nuevos fueron hechos en los ’90, como burbujas de cristal para un turismo extranjero apartado del pueblo sin derecho a tales instalaciones por peculiar apartheid cubano.
Una explotación irracional de la arena para emplearla en construcciones, en Guanabo la demolición por orden de Fidel Castro de la línea de casas más cercana a la costa, contaminando con sus escombros la arena y en todas el abandono de su cuidado, deterioró también las playas naturales, que han perdido de 30 a 50 metros con avance del mar (de ello culpan ahora al cambio climático global).
Estas notas, las fotos de antaño y las actuales, que a fines de noviembre del 2010 disparé desde el mismo ángulo que las viejas (el día que eché al mar las cenizas de mi padre) sirvan de homenaje a aquellos trabajadores, hoy ancianos o fallecidos, que supieron asociarse para construir, sufrieron el despojo de lo que construyeron y vieron al Estado (que muchos apoyaban) destruir estúpidamente su Club, su país.
Y destruir sagazmente el pujante sindicato telefónico y el movimiento obrero cubano.
Estas ruinas son prueba y símbolo de la esencia destructora de civilización de este Régimen.

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