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martes, 21 de junio de 2011

Sin máscaras ni dobleces

Por: José Alberto Álvarez Bravo.
La nación cubana al interior de la isla, está dividida en dos segmentos muy bien definidos y diferenciados: gobernantes y gobernados.
Los gobernantes conforman una élite minoritaria y privilegiada en posesión de todos los bienes y recursos del país, sobre los que disponen de manera voluntarista, irresponsable e inconsulta, exonerados de la obligación de dar cuentas al pueblo sobre el uso del peculio común.
Los gobernados conformando una masa amorfa y abúlica, cuyo único y “patriótico” destino es obedecer y soportar los caprichos, bandazos y desmanes de sus majestades. Por no arrostrar a quienes pisotean casi todos sus derechos, esta masa obsecuente se mimetiza tras una máscara colectiva de complacencia y acatamiento, para no “buscarse problemas”, frase que sintetiza el terror impuesto por más de medio siglo a través de una institución supra jurídica, de naturaleza delictual y metodología mafiosa, nombrada Seguridad del Estado.
Un pequeño segmento de la masa gobernada pone tienda aparte, desmarcándose de manera ostensible al tomar la decisión de vivir sin máscaras ni dobleces: la disidencia, o lo que el pueblo conoce como “los derechos humanos”.
Los segurosos vienen a ser la versión moderna y tropical del batallón germano durante el Imperio Romano, mientras los “derechos humanos” recuerdan el papel de los cristianos en aquel contexto.
Los cubanos de la isla, inmersos en una soberana tontería, hemos visto discurrir décadas. Cual dos ridículos pasajeros que compartiendo el mismo asiento fingen indiferencia, poderosos y disidentes persistimos en ignorarnos mutuamente, abroquelándonos en pretensiones inalcanzables: nosotros en derrocarlos, ellos en someternos.
En la creencia de que una nueva mentalidad se impone para tratar de solucionar el drama cubano, un pequeño grupo de ciudadanos decidimos iniciar un movimiento al que denominamos Veladas Ciudadanas. El propósito fundamental de este movimiento es invertir en su totalidad el esquema tradicional del modo de concebir la lucha pacífica en Cuba, conservando el propósito irrenunciable de instaurar un estado de derecho moderno.
Entiéndase por esquema tradicional los actos públicos, protagonizados por pequeños grupos de valientes, coreando consignas y enarbolando carteles antigubernamentales, los que suelen terminar en arrestos violentos y detenciones por varias horas.
Las VC están materializando un nuevo esquema de lucha pacífica, que tiene como modesto objetivo el ejercicio de nuestro derecho a reunirnos en espacios públicos, ignorando la orden dada por el primer mandatario de desalojar por la fuerza a quienes impugnamos la legitimidad de su gobierno.
La desobediencia civil manifiesta en estas acciones no es el fin único de las VC, sino también dar pasos efectivos hacia la unidad de la sociedad civil. Para tratar de alcanzar la unidad posible, las VC evitan la promoción de personalismos, filiaciones partidistas y las inveteradas murmuraciones que suelen permear la interacción de la disidencia interna (se oye decir que también la externa), entre otras precauciones.
Por dos razones el movimiento no tiene jefes: para obliterar las probables ambiciones de caciquismo, y para impedir la decapitación del movimiento. Por estas razones las regiones cuentan con una amplia autonomía, designando a sus propios organizadores y éstos los lugares, fechas y horarios de sus respectivas actividades cívicas.
Otro importante objetivo de las VC es el entrenamiento para la convivencia ciudadana, algo que los mayores olvidaron y los menores nunca conocieron; es por esto que en las actividades del movimiento se encumbra la total libertad individual, el respeto mutuo, el derecho a ser escuchado y el deber de escuchar a los demás con suma atención.
El movimiento realizó una modesta prueba dinámica el 2 de mayo de 2011, tres días antes de la golpiza policial que costó la vida a Juan Wilfredo Soto García, dando su primer paso en firme el día 9, al día siguiente del deceso del valeroso luchador; éste se realizó en la intersección de las calles G y 9, en El Vedado, y en la misma participaron once disidentes, concluyendo sin ningún incidente.
El día siguiente solo vio reunirse a cinco ciudadanos, pero la jornada terminó con el secuestro de dos de los organizadores. El día 11, una literal inundación de efectivos de la policía política, junto a la servil presencia de la policía nacional “revolucionaria”, dio caza a nueve de los doce que participarían en la actividad. Los calabozos policiales absorbieron la energía destinada a este propósito.
Del 12 al 19 de mayo, un férreo cerco de la represiva impidió el acceso al área donde se gestó el movimiento, apagado hasta el 7 de junio en que reunió nueve personas en las calles 70 y 25, Marianao, doce en el Parque Sevillano el día 9, diez en 31 y 41, Marianao, veinte el día 16 en el Parque Dolores, Lawton, y nueve el 17 en 23 y G, Vedado.
Personalidades como Raúl Borges, Manuel Cuesta Morúa y Oscar Elías Biscet han apoyado las ideas fundamentales defendidas por el Movimiento Veladas Ciudadanas, que un mes después de haber recibido una desproporcionada represión de la policía política, ha podido realizar cinco actividades sin ser molestado, a pesar de que en una de ellas un fuerte operativo combinado con la PNR y las brigadas de respuesta rápida permaneció todo el tiempo a pocos metros de su ubicación.
La postura del gobierno cubano parece mandar el mensaje de que también es capaz de mostrar cierta sensatez, que no siempre la soberbia desmedida guía sus actos, y que es capaz de dispensar un mínimo de respeto a cambio de un accionar responsable, ajustado a las normas de convivencia ciudadana en cualquier sociedad del mundo.
Para nosotros, no renunciar a los derechos conferidos por la Declaración Universal de Derechos Humanos, y haber conquistado varios espacios en distintos puntos en La Habana, es motivo de satisfacción.
Esperamos que el gobierno de Cuba acabe de entender que viajamos en el mismo asiento, y que muchos cubanos solo queremos que los hermanos Castro y su familia abandonen la isla, que un gobierno provisional permita el regreso incondicional de todos los compatriotas radicados en otros países que deseen hacerlo, para de esa manera superar el absurdo diferendo entre cubanos.

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