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martes, 10 de julio de 2012

La Sharia que aplican los talibanes de Cuba





Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.

Desde Nuevitas, Camagüey, Maritza Cisneros Maure vecina de calle Miriam No 12 entre Amparo y Delicias, informó que su hijo Joel Cisneros Maure, de 34 años, estuvo en huelga de hambre desde el 15 de junio hasta el 8 de julio, en una celda de castigo de la prisión disciplinaria de Kilo 8, que se encuentra en las afueras de la ciudad de Camagüey, frente al aeropuerto y a 76 kilómetros de Nuevitas. Cuando terminó la huelga fue trasladado para Kilo 9.

Joel cumple sentencia por hurto y sacrificio de ganado vacuno desde 1998. Fue sentenciado originalmente a 46 años de privación de libertad, y después de múltiples gestiones y de dirigirse a innumerables instancias, Maritza logró que en una Revisión de Causa le rebajaran la pena a 15 años que cumplía en la prisión de Kilo 9, y aunque no se le concedió libertad condicional, había sido trasladado para una granja abierta en Sola, municipio Sierra de Cubitas, donde debía pasar el año y 2 meses que le faltaba por cumplir.

Cometió una indisciplina el 13 de junio, al ingerir bebidas alcohólicas al punto de la embriaguez, por lo que se lo llevaron para un depósito, conocido por La Empresita, para ser devuelto a Kilo 9, pero allí fue sometido a una golpiza por parte de 5 guardias, entre los cuales se encontraban el Jefe de Reeducación, un oficial conocido por Yuma y otro con el sobrenombre de Toto; todos funcionarios de ese lugar. Según confiesa la madre, él se defendió y al llegar a Kilo 9, el 15 de junio, le informaron que lo iban a encausar por desacato y resistencia, por lo cual se declaró en huelga de hambre.

Adicionalmente fue trasladado a Kilo 8 y Maritza se dirigió el 25 de junio a la Delegación Provincial del MININT en Camagüey, para averiguar -entre otros aspectos- el motivo para ese traslado tan lejano, cuando en todas las prisiones hay celdas de castigo, el segundo jefe de Cárceles y Prisiones de la provincia, de nombre Sabina, que la atendió, le dijo que ese era un nuevo método y que cuando desistiera de su huelga sería retornado a su unidad. Además, le ratificó que sería encausado con los cargos ya apuntados. Maritza logró ver a su hijo ese día 25 y este le manifestó sentirse aún dolorido por los golpes.

Junto con Joel había otro preso que ya fue juzgado y sancionado a una multa de 500 cup.
Este caso forma parte de la práctica habitual de aplicar castigos físicos a los prisioneros, y enjuiciarlos posteriormente como agresores. No se puede justificar la infracción disciplinaria de Joel, pero aplicar golpizas a los detenidos viola las Reglas Mínimas establecidas por la ONU para los prisioneros, y va contra todo sentido de justicia el encausar al agredido.

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