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lunes, 26 de noviembre de 2012

Un secuestro super express



Foto: parte del operativo de la policía política que asedia la entrada del edificio de J # 104 en el Vedado, sede de AFACUDE, con el propósito de impedir el acceso a quienes lo intenten. A la derecha el Mayor Erick, de la tenebrosa Sección 21.

Por José Alberto Álvarez Bravo, Secretario AFACUDE.

Ya se lo había advertido a mi mujer: “en cualquier momento me secuestran de nuevo”; no es que la vejez me haya dado por creerme adivino, sino que a juzgar por la actitud de los represores del disenso, la AFACUDE es ya otra piedrita en el zapato dinástico.

El jueves 22 de noviembre de 2012, bajé como de costumbre a comprar el pan de la libreta en J y 15, a tres cuadras de mi domicilio; en 9 entre J y K, vi el patrullero de la Policía Nacional Revolucionaria y un negrito alto, -el que “me atiende” por la seguridad del estado feudocastrista- subiendo al asiento trasero; no era necesaria mucha sagacidad para darme cuenta de la inminencia de un nuevo secuestro, el decimonoveno desde el 2009 a la fecha.

Sin que mediara una orden judicial en mi contra, ni haber sido sorprendido cometiendo algún delito previsto y sancionado por la ley vigente, fui conducido a la 4ta Unidad de la PNR, sita en Infanta e/ Manglar y Amenidad, Cerro. En esta ocasión no fui confinado a los calabozos, sino conducido a una oficina para ser interrogado por un señor vestido de civil que dijo ser el Mayor Erick, de la tenebrosa Sección 21 (Enfrentamiento al Delito Contrarrevolucionario) brazo armado de la represión violenta del disenso pacífico.

Exactamente una hora después de haber salido de mi casa, fui liberado en la esquina de 17 y J en El Vedado, siendo éste el secuestro más breve de cuantos he sufrido en poco más de tres años.

A pesar de su brevedad, este secuestro es quizás el más sustancioso de todos, pues el represor fue al grano:

a) No me permitirán la continuidad de las reuniones fortuitas que se producen diariamente en mi domicilio.

b) No me permitirán continuar confeccionando la caldosa (o ajiaco criollo) disidente, actividad que tiene como propósito conferir un carácter familiar a estas reuniones.

c) No me permitirán continuar la realización de los actos simbólicos de recordación de los cubanos desaparecidos cuyas fotos tenemos en nuestra AFACUDE, bajo el pretexto de que nuestras actividades encubren intenciones contrarrevolucionarias y que irrespetamos los sentimientos de los familiares de las personas desaparecidas.

Creo importante señalar que el represor me aseguró que no seré desaparecido ni golpeado; esta afirmación me parece significativa, pues admite que ellos desaparecen y golpean a los disidentes, lo que contribuye a corroborar el testimonio de Carmen Núñez Armentos y Elia Hechavarría Dulcet, esposa y madre de Alberto Sigas Hechavarría, según el cual el disidente pacifico fue desaparecido por la policía política después de haber sido amenazado de muerte.

Mi compromiso irreductible con la verdad me impone mencionar que nunca recibí golpes ni malos tratos por parte de mis captores; solo puedo quejarme del atropello implícito en el carácter arbitrario del secuestro. También es cierto que no ofrezco la más mínima resistencia física ni verbal mientras se pisotean mis derechos más elementales.

Me limité a responder a los “consejos” y “advertencias” del mencionado Mayor Erick con un simple “no tengo comentarios”, pero este es el marco adecuado para dar mi respuesta, que no es diferente de la que siempre le he manifestado a los represores del régimen castrista: continuaré ejerciendo todos mis derechos hasta el último minuto de mi vida, y pagaré el precio que sea necesario.

Ellos continuarán secuestrándome, asediando mi domicilio para impedir el acceso de mis hermanos de lucha, impidiendo a mi mujer asistir a su curso de periodismo en la SINA, secuestrando a quienes nos visitan, desplegando una guerra sucia de descrédito mediante chismes y rumores –para la que nunca faltan “disidentes” dispuestos- sobre nosotros y nuestro espacio de encuentro plural de la sociedad civil de toda la isla.

Esa es mi respuesta a los segurosos y a quienes les pagan su indigno salario y sus prebendas; no nos arredran ni la gerontocracia, ni sus crueles esbirros.

Los mártires de la patria no nos permitirán dar un paso atrás en esta lucha por la que ellos ofrendaron sus vidas.

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