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martes, 8 de enero de 2013

Un granito de arena



Foto: Agnes, una niña cubana que a pesar de los regalos que recibe, no sonríe, pués le han robado la sonrisa, como a tantos niños cubanos, el despótico régimen de la dinastía Castro.

Por José Alberto Álvarez Bravo.

En varias ocasiones, Julia Estrella Aramburo se había dirigido a mi esposa, Lilia Castañer, cuando compartían espacio en sus marchas dominicales frente a la iglesia Santa Rita de Casia, en Miramar. El tema era uno de los jóvenes condenados a cadena perpetua por los sucesos de la lancha Baraguá, en el 2003.

Había dificultades con la ayuda que le corresponde recibir. A pesar de tener otras tareas que nos absorben dentro de la sociedad civil, aceptamos representar los intereses de Yohannis Thomas González.

En la visita a la que asistimos el 24 de diciembre de 2012, Thomas nos pidió que ayudáramos a su pequeña hija Agnes. Incorporamos su nombre a la lista de niños que participarían en la fiesta por el Día de Reyes, en la sede de las Damas de Blanco, pero la niña no tuvo quien la llevara. No obstante, su juguete me fue entregado por Laura Labrada Poyan, y hoy 6 de enero fuimos a su humildísima vivienda a entregárselo, para contribuir con un granito de arena a la felicidad de esta criatura que vive en una total miseria material.



La razón fundamental de esta nota es agradecer el esfuerzo realizado por las Damas de Blanco dentro de Cuba, y por las organizaciones en el exilio que hicieron posible esta fiesta, que el pueblo cubano tendrá que ir rescatando del rincón del olvido en que la tiranía castrofascista la ha sepultado.

Por suerte para nuestra nación, y para escarnio del sátrapa Fidel Castro y sus cómplices, cada año se ven más niños estrenando sus juguetes los días 6 de enero, evidenciando que en cuanto termine de caer este monstruo mal llamado revolución cubana, nadie se acordará de su triste legado: solo tendremos que reverenciar a los miles de fusilados, a las decenas de miles de desaparecidos, a los cientos de miles de vidas truncadas por los barrotes; el dolor, la intolerancia y el odio por todas partes serán como las reminiscencias de una inquietante pesadilla.

También por suerte para nuestra nación, ya se respira una atmosfera de cambio que los tiranos y sus lacayos de la policía política no podrán evitar, aunque golpeen, aunque secuestren, aunque desaparezcan, aunque maten descarnadamente; el régimen está irremisiblemente agotado, y las balas pueden matar a los contestatarios, pero no evitar la debacle de este oprobio que es el castrismo. Agnes y los demás cubanos que ahora están en la niñez, vivirán en una patria libre, y el castrismo quedará como una lección de lo que no podrá repetirse nunca más en nuestro suelo.

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