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lunes, 12 de febrero de 2018

Lía Villares denuncia su injusta detención, registro de su vivienda y confiscación de todas sus pertenencias #Cuba en #dictaduracomunista

Barcelona/ Mambí en A/ Escrito de Lia Villares promotora de Cuba Decide, después de haber sido registrada su casa, confiscados todos sus equipos electrónicos personales, y haber pasado 30 horas en una prisión:

Imagina tu peor pesadilla. Imagina que se materializa en tiempo real lo que has intuido tantas veces, pero ya no se trata de un sueño lúcido, ahora es pura y dura realidad.

Fría y concreta.

El ser más despreciable, ese al que te has dedicado a denunciar porque responde a un aparato represivo encargado de aplastarte por decir la verdad y de perseguirte por defender la libertad, imagínalo multiplicado por un ejército de agentes Smith, un ejército de ratas dispuestas a colarse en tu casa y a hurgar en tus cosas con el afán roedor.

Es la nauseabunda escena de tu vida: tu privacidad, tus recuerdos, todas tus memorias conservadas tras el paso de los años en pequeños soportes digitales, discos, toda tu vida en manos de esbirros entrenados en destruir toda tu obra, tu trabajo de años, tus archivos personales y finalmente confiscarlo todo en bolsas de nylon donde se lee la palabra “criminalística” porque es precisamente el trato empleado, bajo el débil argumento de que “realizas una actividad subversiva o contrarrevolucionaria”.

Si has leído las novelas El maestro y Margarita o Doctor Zchivago puedes tener una idea más clara de lo que es ver tus espacios más íntimos invadidos por un numeroso grupo de personas acosadoras ávidas de inmiscuirse hasta el fondo de tu vida privada.

Es un derecho demasiado individualista que el comunismo concede solo a la familia real: esa sí puede protegerse de las miradas ajenas.

En tu completa indefensión quedas expuesta aunque te hayas esforzado tanto siempre por evitar tener secretos, dadas las circunstancias: has sido incluso más atrevida en mostrarte exhibicionista, tremendamente narcisista en un acto fallido de protesta irreverente.

No importa cuánto empeño pongas en tratar de convencerlos de que no tienes nada que ocultar, que para colmo lo publicas todo, que has seguido la rima colectivista de no considerar tu privacidad como un tesoro tan valioso, pues hay que compartir hasta tus más íntimos deseos y tus más preciosos sueños.

Tu voluntad queda reflejada en tus actos.

Tus movimientos son bastante descuidados porque nunca ha tenido mucho sentido o no ha sido tu verdadera intención, conspirar por “la causa” pues piensas que debe ser la misma para los pocos conscientes, lúcidos, claros amigos que te quedan.

Te has ido de todos los grupos porque no encuentras coherencia, humildad, la transparencia o simplemente la amistad real que has estado buscando en todas partes.

Mucho has visto.

Mucho tramo has recorrido para llegar siempre al mismo punto, una y otra vez.

Has vivido el odio y la humillación de ese gobierno enfermo, parásito y aún ciego de poder.

En el tránsito se fue tu confianza y gran parte de tu fe en la gente, contaminada de egoísmo y de competencia en la ridícula marcha de un círculo vicioso.

Tu dignidad y tu esperanza se asoman tímidas por encima de tu mirada, ya no tan inocente, ya no tan limpia como antes.

Delante de ti el camino ya no se bifurca: hay una sola línea recta indicando la salida, la vez claramente pero tus pies te pesan y tus sentidos no responden.

Sobre la mesa donde antes invertiste tus horas en la laptop que llegaste a considerar una extensión de tu mente, está la página que llenas a mano con paciencia intentando respirar y conservar algo de calma.

En alguna oscura oficina de Villa Marista están todos tus proyectos, aguardando (a lo peor) un formateo rápido, un aniquilamiento, una eliminación minuciosa que solo puede dolerte a ti.

Pero eres sólo una víctima más, nada te distingue de las anteriores, quizás más humilladas ante un ultraje más sufriente.

Ahora solo debes levantarte de nuevo y agarrar ese camino sin mirar atrás.

Lia Villares
La Habana, Febrero 4, 2018.

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