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domingo, 15 de julio de 2018

Lo que no menciona Gladys Cañizares #Cuba

Por José Alberto Álvarez Bravo.

Mambí en A/ Me sorprende leer en la sección Perspectiva, del miércoles 20 de junio 2018 de el Nuevo Herald, un texto titulado El afán de hacer daño a Cuba y firmado por quien se nombra –o dice nombrarse- Gladys Cañizares.

Me sonrío con la afirmación de esta señora, según la cual “Cuba sigue siendo la presa más codiciada de Estados Unidos”, pero como vive en una sociedad donde decir lo que se piensa no constituye un delito de “propaganda enemiga”, y por ende no enfrenta el riesgo de ser encarcelada o víctima de un acto de repudio, no merece enzarzarse en un debate sobre tan simplista tontería.

Lo que si no puedo dejar de aclarar a esta persona, que junto a Andrés Gómez, Edmundo García, Santiago Aruca y otros adláteres conforma un grupúsculo de testaferros del castrismo en EU, es que si quiere hablar con propiedad no debe asociar el nombre de Cuba al de una pandilla de forajidos que detenta un poder espurio, vitalicio, voluntarista, inconsulto, dictatorial, anacrónico y criminal sobre un pueblo que no se atreve a manifestarlo, pero que detesta a un sistema que nadie ha elegido en “casi seis décadas”, usando las palabras con que encabeza sus líneas. Cuba somos los ciudadanos de a pie, privados del ejercicio de los elementales derechos humanos, en particular ese que ella usufructúa desde la extrema izquierda de cubanoamericanos, a “pensar y hablar sin hipocresía”.

No tengo idea sobre la edad que tendrá esta persona, ni cómo llegó a EU, ni mucho menos tengo respuesta para la pregunta lógica de qué hace viviendo en Miami, pero al margen de esos detalles quiero recordarle -o enseñarle si no lo sabía- que Cuba y EU siempre han estado en sus mismos lugares, a la misma distancia, y que antes de la instauración de la tiranía castrista nadie escapaba de la isla en embarcaciones precarias; por ende, Cuba también son los centenares de miles que han huido de su adorada “revolución”, con consecuencias fatales para muchos de ellos. Le recuerdo –o le enseño- que el abominable cuartelazo batistiano no acarreó efusión de sangre cubana, mientras el régimen del que se adivina su devoción fusiló a miles de compatriotas para perpetuarse en el poder. Le recuerdo –o le enseño- que con ese mismo malsano propósito sus ídolos mandaron a inhumanas prisiones a centenares de miles, muchos de los cuales conforman lo que ella define como “extrema derecha de cubanoamericanos”, quienes con sobrada razón alientan “un odio invencible” por la banda de maleantes que ha oprimido a nuestra patria por tantos años. Triste sarcasmo que Cuba esté representada por quienes cometieron el crimen horrible del remolcador, el cobarde e injustificado asesinato de los pilotos de Hermanos al Rescate, de Laura Pollán y Oswaldo Paya, más un interminable prontuario criminal que no tendrán nunca como pagar.

Dice Gladys Cañizares que la extrema derecha de cubanoamericanos ha ascendido recabando apoyo mediante sus denuncias contra Cuba. No estoy de acuerdo con esta expresión porque nunca nadie ha formulado denuncias contra Cuba, sino que el exilio que no ha roto su compromiso con la patria donde nació se ha hecho eco de las denuncias que nosotros hemos podido formular contra los atropellos y abusos cometidos por la sanguinaria dictadura, hechos tangibles que ella silencia de manera cómplice por romántica y voluntaria ceguera pasional hacia su führer.

Le sugiero a esta persona no volver a referirse a Lis Cuesta Peraza como “primera dama”, porque ese tratamiento disuena en el lenguaje oficialista; refiérase más bien a la “compañera” segunda esposa de quien tiene como misión tratar de rejuvenecer la vetusta imagen del régimen, en una especie de cirugía estética de la decrépita satrapía verde olivo.

Claro que coincido con ella en lo concerniente a las relaciones de Trump con Kim –y hasta con Putin, aunque no lo menciona al menos en lo publicado, seguramente extractado- pero no con que “Cuba no tiene armas nucleares, ni es una amenaza”. Primero, le recuerdo que este régimen se ofreció como emplazamiento de armas nucleares durante la crisis de los misiles, que fueron retirados –con pataletas del dueño de Gran Birán- por el acuerdo Kennedy-Jruschov; después, el castrismo ha originado éxodos masivos, ha sido refugio de prófugos de la justicia norteña, santuario de terroristas, base de narcoguerrillas del continente, y hasta ha enviado ejércitos mercenarios al África; ¿no es una amenaza?

La Enmienda Platt fue una circunstancia de la época, y con o sin castrismo ya no tendría vigencia; confío en que la Base Naval de Guantánamo será devuelta al pueblo cubano cuando éste obtenga su verdadera soberanía, pero no a estos liberticidas que lo convertirían en una manipulación politiquera.

Otra opinión discrepante con la señora Cañizares es que el embargo y otros desencuentros no se allanan porque su amada dictadura sabotea cualquier distensión; necesita perpetuar la imagen de plaza sitiada, de victima indefensa del brutal imperio geofágico.

No soy abogado de los yanquis, ni siquiera me gusta el modo de vida americano, pero daría con gusto lo que me queda de vida por contribuir a una transición pacífica y ordenada a un estado de derecho en Cuba, donde vivo y viviré hasta mi último día.

Me parece justo que si el Nuevo Herald brinda espacio a los castristas desembozados que irrespetan el dolor de las víctimas de esta tiranía pavoneándose por tierras del exilio, también nos den un chance a los disidentes que vivimos en Cuba bajo la espada de Damocles.

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