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martes, 13 de julio de 2010

La Casa de Ávalo


José Alberto Álvarez Bravo.

La Casa de Avalo y el Centro de Información Hablemos Press, ubicado en este mismo apartamento. Foto: Archivo.

Ciudad de La Habana.―En el emblemático barrio Cayo Hueso, perteneciente al municipio Centro Habana, se ubica la Casa de Ávalo, sitio de encuentro y trabajo de centenares de disidentes de toda Cuba.

En este apartamento no hay un solo visitante, asiduo o neófito, que no encuentre una sonrisa y un apretón de manos al traspasar su humilde umbral. En el reverso de la puerta un graffiti anuncia: Aquí no se pregunta lo que traes en el bolsillo, sino en la mente. José Ramón Ávalo Pérez, nacido en 1938 en Santa Cruz del Sur, provincia de Camaguey, es el propietario de esta singular morada.

Su posicionamiento anticastrista comienza en el ya lejano 1961, cuando ingresa, junto al hoy difunto Ariel Ríos, en el movimiento conocido por La Rosa Blanca, liderado por Rafael Díaz-Balart. Pero no es hasta 1983 que la Casa de Ávalo comienza a tomar significación como sanctasantórum de los luchadores contra la traición de los hermanos Castro.

Junto a su inolvidable Martica, considerada por muchos como una Madre Nutricia de la embrionaria sociedad civil cubana, el viejo Ávalo ha dado a todos sus inmutables caracteres bonachones, su techo, su cordial abrazo y la mitad de su mendrugo.

Infinidad de presiones de la policía política se han estrellado contra la firme determinación de Pepe Avalo de recibir en la Casa a cuanto opositor al castrismo toque la puerta del apartamento 11, 2do. Piso, en el edificio marcado con el # 509 de la calle Virtudes e/ Lealtad y Perseverancia. Tampoco le ha faltado coraje para prestar su concurso entusiasta al funcionamiento en la Casa de Ávalo del Centro de Información Hablemos Press, dirigida por el joven y valeroso periodista independiente Roberto de Jesús Guerra Pérez.

Muy pocos lugares en La Habana pueden compararse a la Casa de Ávalo, por su constancia en la entrega, su incondicionalidad sin dobleces, su perpetua disposición a la solidaridad sin resquicios, al apoyo sin ambages ni cortapisas. Algo sustancial le faltaría a la comunidad disidente cubana sin este hogar de todos, visitado por hermanos provenientes de todos los puntos de la geografía isleña, desde la Punta de Maisí hasta el Cabo San Antonio.

Desde su inasible refugio celestial, la inigualable Martica sonríe gozosa al ver su casa convertida en perenne hervidero de hombres y mujeres amantes de la libertad de Cuba, santa causa a la que entregó, junto a su fiel Pepe, las mejores energías y lo más tierno de su corazón bueno.

Algún día, en la Cuba renacida de sus cenizas, una tarja señalará:

Casa de Ávalo


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