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sábado, 27 de agosto de 2011

El desastre de la vivienda en Cuba


Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.
Los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) lejos de reconocer el asunto de la vivienda y todo lo relacionado con ella, como uno de los principales problemas del país, se limitaron a dar una serie de indicaciones como si se tratara de un aspecto más, y apenas abordaron la situación de los acueductos e ignoraron el mal estado de los viales interiores y de los alcantarillados.
Sin embargo, en la Sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) celebrada en diciembre de 2010, aunque sin profundizarse en el asunto, se reconoció la existencia de un déficit algo mayor de 500 mil viviendas, que es menos de la mitad del que indica cualquier cálculo mínimo, pero se señaló que para 2015 estaba previsto que se reduciría a 200 mil, lo que llevaría a pensar que para 2020 estaría prácticamente resuelto.
Las estadísticas oficiales hasta junio de 2010 señalan la existencia de 3 661 020 viviendas en total, de las cuales 1 303 491-el 35,6%- se encontraban en regular y mal estado, y solo 1,7 millones de ellas –el 47%- eran de mampostería con cubiertas de placa. Para una población al cierre de 2010 de 11 241 161 habitantes, el índice de ocupación sería de 3,09 habitantes por casa.
Pero en materia de vivienda y todo lo relacionado con ellas, incluyendo la infraestructura urbana, las cambiantes y contradictorias estadísticas oficiales solo tienen por fin adulterar la realidad.
Es común que en una vivienda moren 3 generaciones de cubanos -padres, hijos y nietos- y es frecuente la existencia de 4 generaciones, que incluye a los biznietos; lo cual es la razón fundamental de que se afecte la fisonomía de las edificaciones, ya que la población ha tenido que acudir a ocupar terrazas, balcones, portales, aceras, áreas comunes, y construir entrepisos para ganar espacio.
La apariencia de las ciudades cubanas y en particular La Habana, no puede medirse por clasificar éstas con un engañoso 64,4% (2 357 529) que se encuentra en buen estado, cuando la inmensa mayoría carece de mantenimiento, pintura y presenta una mala situación del equipamiento interior, en especial las instalaciones y muebles sanitarios y eléctricos. La simple clasificación del estado técnico de las viviendas no logra explicar la salud de las ciudades y pueblos de Cuba; con un nivel calamitoso de las redes viales internas, graves problemas de acueductos, alcantarillados y redes eléctricas, así como, la insuficiente prestación de servicios comunales, como es la deficiente recogida de desechos sólidos y escombros.
Unos spots televisivos que tratan de dar una imagen edulcorada de los distintos municipios del país con el título de “Cuba…Qué linda es”, no alcanzan a ocultar que predominan en los pueblos de Cuba añejas edificaciones, y que el transporte se realiza en carretones de caballos, bici taxis y bicicletas. Por cierto, la televisión se ha abstenido de incluir en esa propaganda a los municipios de la capital, donde poco bueno hay que mostrar de una ciudad derruida, de ellos los más poblados, como: Centro Habana, Habana Vieja, Cerro, Diez de Octubre, Guanabacoa, Marianao, etc., presentan una imagen de total abandono e incuria. Un simple recorrido por La Habana no precisa de estadísticas para comprobar la ruina de la ciudad; y las zonas más presentables, como algunas partes de los municipios de Plaza de la Revolución y Playa, solo pueden mostrar “modernísimas edificaciones” de los años 40 y 50 del siglo pasado.

En un país donde siendo tan frecuentes los huracanes y los fenómenos tropicales, aún son aéreos los tendidos eléctricos en su casi totalidad. Cabría destacar en este sentido que la tambaleante ciudad de La Habana no sufre el ataque de un ciclón de gran intensidad desde 1944, hace ya 67 años, y que la ocurrencia de un fenómeno de tal naturaleza causaría un verdadero desastre, comparable a los recientes de Port Au Prince o Fukushima. Por suerte ello no ha ocurrido aún, y ojalá no ocurra mientras exista en Cuba el actual régimen que convirtió a La Habana, de la ciudad más fastuosa del Caribe en una gran aldea fantasmagórica.
Las cosas comenzaron muy mal para un quinquenio en que el régimen pretendía hacer creer que iba a emprender la solución de la vivienda. De las 43 000 previstas a terminar en 2011 en el primer semestre, solo se concluyeron 12 037, el 28,62%; y en particular, de las 19 606 que debían realizarse con esfuerzo propio (por la población) nada más se llegó al 16,35%, motivado principalmente porque las ventas de materiales de construcción cubrieron apenas el 15,6% de lo previsto.
Cálculos conservadores indican que el déficit habitacional puede estar entre 1,3 y 1,5 millones de viviendas, y de ellas alrededor de medio millón en La Habana, lo cual requeriría un amplio plan de construcción, reconstrucción y modernización que abarcaría de 10 a 15 años, con la demolición de barrios enteros, remodelación y restauración de los viales internos de las principales ciudades, soterrado de redes eléctricas y telefónicas, regeneración y ampliación de acueductos y alcantarillados en muchas ciudades y fundación de éstos en las que aún no los tienen. Todo ello requeriría como mínimo una inversión inicial de unos 50 000 millones de dólares, y por supuesto, una amplia cooperación internacional. Adicionalmente habría que pensar en la construcción de un metro, ya necesario para la ciudad de La Habana.
No estaría de más decir, que acometer obras de tal naturaleza pasa por la desaparición del régimen actual y de la satrapía que mal dirige el país desde hace medio siglo, y que lo ha conducido a la actual situación.

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