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viernes, 18 de septiembre de 2009

Errar el tiro

Jose Alberto Alvarez Bravo.

Es inverosímil el nivel de coincidencias que puede darse entre dos personas, aunque ni siquiera se conozcan personalmente. Me sucede con el entrañable hermano de la diáspora Agustín Miranda.

Como otros incontables receptores de una prestigiosa y seria página del periodismo digital –LISTAVOZ- recibimos una comunicación titulada ACLARACION Y DISCULPAS A NUESTRO LECTORES, en la que se esclarece la autoría de un artículo escrito por nuestra respetada hermana Ninoska Pérez, erróneamente atribuido a Yoani Sánchez.

Ayer 16 de septiembre concebí el proyecto de pronunciarme sobre este asunto, pero el tiempo sólo me alcanzó para escribir el título, y ya hoy me encuentro en Internet un texto de Agustín, idéntico al que tenía en mente.

Me imagino que nuestros hermanos de LISTAVOZ estén conscientes de que el gobierno cubano debe haber descorchado varias botellas de champan para festejar su nota aclaratoria. No todos los días la prensa del "enemigo" le hace favores de tan vasta magnitud.

Para ir por partes, y sin contar con los especialistas, dividamos convencionalmente a los cubanos en cuatro grupos fundamentales:

-los comprometidos con la dinastía Castro

-los disidentes

-los "disidentes"

-los indiferentes

Tanto los comprometidos como los disidentes están ubicados en campos bien deslindados, con posicionamientos que no dejan lugar a dudas. Los indiferentes "no pintan ni dan color", y los seudodisidentes a que alude el entrecomillado, remedan una especie de travestismo político. Ojo con lo que parece ser y no es, porque "cualquiera se come un pan".

Sin lugar a dudas, los cerebros de la policía política, al concentrar su volumen de fuego, priorizan al disidente sobre el "disidente", pues aquel les resulta mucho más importante que éste.

No se que les habrá sucedido esta vez a los eficientes hermanos de LISTAVOZ, cuando decidieron invertir los términos de esta elemental ecuación, dejando en paz a los definidamente comprometidos para lanzar una mortífera andanada sobre una "disidente", a la que –me imagino- no tienen el privilegio de haber conocido personalmente.

Algo terrible debe haber en la grandeza de nuestra querida flaca, para haberse granjeado la rastrera animadversión de personas carentes de la más remota idea de sus increíbles virtudes, así como de su muy muy bien definida posición al lado de la causa de la libertad de nuestra dividida nación.

Me faltan las ínfulas y los deseos de autoerigirme en consejero de nadie, pero si quienes se afanan en perpetuar la dictadura castrista me pidieran un consejo, les diría que apunten con esmero al pecho del régimen, y en el momento de apretar el gatillo, pongan mucho cuidado para que aseguren errar el tiro.

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