Una vez más el Rey de Copas, bueno de España, pero de Copas, porque por la barba, las ojeras y la risa tonta, parecían más de una mala noche de copas, que de un Rey supuestamente esperando la visita de un mandatario de otro país, al que por la sonrisa y el intercambio de miradas afectuosas denota que admira y simpatiza.
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