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martes, 20 de octubre de 2009

Entre Garibaldi y Martí

José Alberto Alvarez Bravo

La península itálica, sin tenerlo presente, atesora un híbrido del patriotismo desmesurado. Una italiana, -de padre cubano- que responde al nombre de Lorena Mori, es quien ostenta tan peculiar condición.

Su amor a la libertad de Cuba, exacerbado por el romanticismo y la distancia, le ha inspirado una arrebatada pasión hacia otro de los incontables "planes concretos" para nuestra "transición a la democracia". La probable juventud de la señorita Mori le impide saber que si cada uno de estos planes se pudiera convertir en pontones, en Cuba sólo quedarían nuestros decrépitos gobernantes.

Otra de las cosas que, -desde su tolerante entorno peninsular- no puede apreciar esta señorita, es la cantidad de valor que se necesita en Cuba para "entretener al público dejando escapar un inocuo vapor crítico". Si no fuera por la ignorancia típica en las personas de poca edad, la Mori sabría que en las mazmorras del castrismo hay hombres que cumplen condenas de hasta 28 años por tan "inocuo" entretenimiento.

De los muy serios documentos que dan "paso a una Cuba libre"-cálculos conservadores los sitúan en alrededor de 14 937 proyectos-, redactados en refrigeradas oficinas a muchos kilómetros de la represiva castrista, estamos hasta la coronilla.

Para nadie es un secreto lo fácil que resulta criticar. Lo difícil es actuar. Sobre todo, dentro de la jaula del tigre.

Una de las tantas cosas que quisiéramos ver, es si la Mori, viviendo en La Habana, se atrevería a entretener dejando escapar un inocuo vapor crítico, mientras juega a bloguear en las narices de la policía política. No estoy seguro.

No significa que estemos en contra de que algunos de nuestros hermanos de la diáspora, para entretener la espera del momento en que sus serios documentos se puedan llevar a vías de hecho, demuestren su amor a la patria preocupándose por cocer el pan antes de amasarlo. De lo que se trata es de que quienes no se juegan nada gracias a la salvadora distancia, respeten a los que vivimos y luchamos –de la manera que sea- dentro de las entrañas del monstruo.

Ahí tienen, por ejemplo, a Manu Chao, para que desplieguen una batalla contra un desembozado alabardero del régimen. Los pastores por la paz, que "dejan escapar" un hediondo vaho apologético, serían más cabales merecedores del vigilante celo de Mori y compañía. Pudieran dedicarse a combatir a los cómplices del neofeudalismo castrista, sobre todo en la misma Italia (Giuliano Montaldo, por ejemplo), dejando de destilar su insidia contra personas de la talla y el prestigio de Yoani y Claudia.

Creo que así, su nostálgico amor a Cuba, sería mejor servido.

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