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miércoles, 14 de octubre de 2009

Otra grieta en el muro


Regicidio revolucionario.


 

Joven cubano N. A. Tamayo Formen.


 

Habían quedado en pasarse todo el sábado juntos, y para empezar después de que él la recogiera irían a tomar helado a coopelia, que era para una pareja de un custodio con un sueldo de 245 pesos y una estudiante de cuarto año de periodismo, hija de una enfermera divorciada y con dos hermanos de 5 y 7 años, con un padre, al que veía poco, custodio también, pero de los que ganan, además del sueldo en moneda nacional, 10 cuc y una caja de pollos (aquí al parecer a alguien se le olvidó por el camino, aquello de igual sueldo por igual trabajo). Bueno, obviando todo esto, cosa que no es fácil de obviar, la cosa marchaba bien hasta que, una vez dentro de la ruta p9, con tan solo haber podido dar unos pasos, un joven de 18 o 20 años se desplomó, víctima de un ataque epiléptico, delante de ellos justo cuando pasaban frente al hospital Hermanos Ameijeiras.

Lo malo de los muros, es que como son hechos por los hombres, el tiempo los agrieta; hay grietas que pueden llegar a ser el propio muro.

Costó trabajo creer de primera impresión, que solo ellos dos repararan en que aquel joven necesitaba de una atención médica urgente. Costó trabajo convencer al conductor de que detuviera la guagua, <<tenemos prohibido parar fuera de parada, abrir las puertas en los semáforos, menos en uno como éste y ni pensarlo en ésta calle>> decía el conductor. Luego, cuando lograron bajar, los carros no pararon y tuvieron que llegar corriendo, con el joven en brazos, sin más ayuda que la que ellos mismos podían brindarse, al Hermanos Ameijeiras. Trataron de entrar por la primera puerta que vieron, pero un custodio, (de los de 10 cuc y caja de pollos) se los impidió <<cómo que no podemos entrar>> preguntó él, <<ésta parte es solo para extranjeros>> contestó el custodio, <<pues trata de detenerme>>, dijo él y acostó al joven sobre un sofá que había en la recepción y entonces apareció otro custodio y una enfermera <<a donde tienen que llevarlo es a la otra parte>>, pero la otra parte quedaba a unos doscientos metros y después de unos segundos (no olvidar que el joven seguía convulsionando) <<bueno, si tenemos que llevárnoslo, bien podrían prestarnos un sillón de rueda>> dijo ella, y apareció una doctora que trató de explicar el por qué no podían atender al joven ni prestarles el sillón, y <<no se preocupen, que no le va a pasar nada… y si lo llevan al policlínico lo atienden más rápido>> pero el policlínico estaba a 3 cuadras y los carros tampoco paraban y paró una patrulla porque se le metieron delante, <<pero aquí no podemos montarlo porque lo tenemos prohibido, además, ese asiento de allá atrás es muy incómodo>> dijeron los policías desconcertados, <<coño, pero en qué consiste el trabajo de ustedes>> y los policías parecieron asustarse y pararon un carro y el carro dio la vuelta en dirección al policlínico y la patrulla le abrió paso y en el policlínico todos dudaron si creer o no el cuento, y la doctora que atendió al joven, después de tomarle la presión y ponerle una pastilla en la lengua explicó <<con un poco más que le hubiera subido la mínima…>> y el joven comenzó a escuchar el cuento que tampoco podía aceptar del todo pero las lagrimas se le salieron <<y la otra doctora, la del Hermanos Ameijeiras nos hizo creer que no iba a pasarte nada>> y todos en el policlínico bajaban la cabeza cuando el joven los miraba y entonces <<nada más tenemos 20 pesos, pero te invitamos a tomarte un helado a coopelia y luego pasamos por la casa de un amigo, que de seguro se pondrá a escribir esto>>

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