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sábado, 2 de julio de 2011

La línea de mando


Foto: cubano busca entre la basura a plena luz del día y ante el paso de peatones.
Por: Martha Beatriz Roque Cabello.
Los cargos en los niveles más altos del gobierno están en estos momentos cubiertos por militares de alto rango, algunos de ellos incluso que no se habían retirado. Pero, también a las alturas intermedias de dirección, entiéndase empresas, negocios mixtos con extranjeros, gerencias de grandes tiendas y hoteles, hay oficiales de menor graduación, coroneles, tenientes coroneles y mayores, ya jubilados, pero dentro de la escala de la edad laboral, para la vida civil.
Es toda una casta que tiende a permanecer separada del resto de la sociedad, como una clase especial que tiene acceso a lo que dos generaciones de personas pobres quizás no hayan visto en su vida, y desgraciadamente de seguir este régimen dictatorial, morirán sin nunca conocer. Se puede hacer mención a los versos de José Ángel Buesa que rezan: “pasarás por mi vida sin saber que pasaste”.
Estos miembros de la familia mafiosa que dirige el país, residen en las mejores casas de forma relativa, ya que son construcciones con más de 50 años, que fueron robadas a sus dueños, a través de las leyes que decían que eran para el pueblo; ubicadas en barrios bien atendidos, en el caso de La Habana: en Miramar, Vedado, Nuevo Vedado; y en provincias ocupan las mejores residencias en los municipios donde dirigen. Tienen autos, los del primer nivel con chapa blanca, para la que la policía ni siquiera mira; los otros con matrículas particulares, y lo más importante, sin racionamiento en la gasolina.
Este tipo de vida licenciosa, en medio de tantos problemas que tiene el país, no les permite preocuparse siquiera de los asuntos que les conciernen como dirigentes, y mucho menos ocuparse. La mayoría piensa en cómo traer nuevos equipos para la casa, coadyuvar a que sus hijos y nietos estén en el último grito de la moda, que puedan asistir a las pocas actividades nocturnas que se pagan en divisa, y lo más importante, ingeniárselas para poder dar un viaje fuera del “terruño”, que permite acarrear “cosas”.
Sólo comentar un hecho que proporciona apreciar que se llueve sobre lo mojado, son los controles internos que se hacen a las empresas estatales. Pasan años y más años de repetir lo mismo, la contabilidad “no confiable”, que de hecho no es contabilidad, y las cifras que se muestran al mundo como resultado de la eficiencia económica del país, que salen de un saco lleno de inexactitudes.
La contralora general de la República, Gladys Bejerano Portela, tendrá que acudir a buscar sinónimos para las palabras que usa, que están totalmente gastadas, y que no han resuelto el problema del descontrol general que existe en la economía y las finanzas del país.
Se supone que los directivos a los diferentes niveles, sean los máximos garantes de cuidar los recursos y controlarlos, pero siempre responsabilizan a los trabajadores, con la gastada retórica de que los bienes son del pueblo; es quizás por eso que cuando los toman no sienten que están robándole al Estado.
Según se informó en la prensa oficial, este año en la VI Comprobación del Control Interno en La Habana, se mostró un retroceso, ya que si bien, cuantitativamente, hay un discreto crecimiento de las calificaciones de aceptable (55%), el orden cualitativo es negativo, pues detectaron seis presuntos hechos delictivos y fueron determinadas elevadas afectaciones económicas superiores a las de 2010.
¿Y quién es responsable de esto? Primero que todo no se puede mirar para arriba, hay que poner sus ojos en los niveles más bajos, y Danilo Guzmán, que ocupa el cargo de contralor jefe provincial en La Habana, definió como causas de estas deficiencias: la pérdida de valores éticos y morales (sin tomar en consideración que la acepción de ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana); también forman parte de este desastre, según el dirigente provincial: la falta de asesoramiento, supervisión y control por los niveles superiores de la entidad; no utilizar el plan de prevención de riesgos como instrumento de trabajo y sus medidas son inefectivas; falta de exigencia en la aplicación de resoluciones ministeriales; indisciplina y violación de disposiciones jurídicas; (que nadie conoce o tiene guardadas en una gaveta, como acostumbra a decir Raúl Castro); descontrol administrativo y contable, ineficiencia en planificación y falta de análisis con los trabajadores de los planes económicos y el presupuesto, entre otras.
Sin embargo, le faltó decir que nadie manda, y mucho menos la gente obedece, que es un verdadero caos lo que ocurre en cualquier lugar que pueda revisarse en el país. Lo que implica que la autoridad perdió el control en, por muy militarizado que esté el país.
De lo anterior se puede sacar como teoría que lo que va a dar al traste con el sistema es la pérdida de la línea de mando, que cada vez se acentúa más y se hace más evidente para todos.

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